La crisis intelectual de la salud

Comparto la tesis del ministro de salud sobre el componente intelectual de la crisis de la salud, pero desde una perspectiva totalmente diferente. En un twitter de la semana pasada – porque ya los trinos están tratando de reemplazar los argumentos – afirmó textualmente: “@agaviriau La crisis de la salud también es intelectual. La pobreza de algunos argumentos y la ligereza empírica de muchos analistas son alarmantes”. Vale la pena desagregar sus afirmaciones, y analizar si él mismo hace o no parte de dicha crisis intelectual de la salud.

Su trino contiene una primera afirmación: la crisis de la salud también es intelectual. Es decir: sí hay crisis de la salud, y una de sus dimensiones es intelectual. Esta aceptación de la crisis del sector contradice su persistente posición anterior. Cada que alguno de sus oponentes hablaba de crisis, él la negaba enfáticamente. En un reciente debate de control político en la Cámara de Representantes afirmó: “Es mentira decir que Colombia tiene crisis de salud pública” (Elespectador. com 19-08-2015).

En cuanto al componente intelectual de dicha crisis, su trino se vuelve aún más en su contra cuando se analizan las explicaciones que ha dado en su momento a los distintos síntomas de la crisis. Ahí cae y recae de manera alarmante en la pobreza de argumentos y ligereza empírica que señala en su segunda afirmación. El mes pasado, cuando volvió a hacerse pública la crisis por el exceso de demanda en los servicios de urgencias, argumentó que era una prueba del aumento de la cobertura y el acceso a servicios logrados por el sistema de salud, cuando el hecho pone al desnudo exactamente lo contrario. En julio, ante la crisis financiera de los hospitales, originada en las deudas de las EPS, estimadas en unos $12 billones, su plan de choque consistió en proponer la creación de un fondo de $1.5 billones para comprarle parte de la deuda a las EPS y endeudar aún más a los propios hospitales. Y anualmente, ante las evidencias del aumento de las acciones de tutela, el ministro sale a tratar de rebatirlas aduciendo que la gente “se quiere saltar la fila”, o “tiene muy baja disponibilidad a pagar” (Elespectador.com. 27-10-2015), cuando la realidad es que la tutela y las urgencias se han convertido en las dos válvulas de escape de los pacientes desesperados por la constante negación de sus mínimos derechos en salud.

No se corresponde con la realidad el interés del señor ministro de presentarse como un académico-técnico neutral y por fuera de la política y las ideologías. Es imposible. Fiel a su escuela, descalifica lo público y reduce el problema de la salud al equilibrio entre los pocos recursos disponibles y el crecimiento de las demandas de la población. Sus grandes preocupaciones (¿obsesiones?) son la sostenibilidad fiscal, el equilibrio financiero del sistema y el flujo de sus recursos económicos. No está en su abecedario intelectual la relación de la salud con el buen-vivir, con la calidad de vida, con la garantía de los derechos, con el cuidado ambiental, con la equidad y la inclusión. Los distintos niveles de determinación social, política, cultural y económica de la salud están fuera de sus referentes analíticos. Para él esto es fundamentalismo e ideología inútil.

En el campo de la salud se enfrentan ideas, intereses y poderes muy diversos. Nadie tiene toda la verdad ni en sus bases conceptuales, ni en la explicación de los fenómenos, ni en las propuestas de modelos. Las diferencias son obvias y pueden ser saludables. Pero la prepotencia economicista o la descalificación ideológica en lugar de aclarar y aportar, dificultan la comprensión y las soluciones. El momento de construcción de paz que vivimos requiere mayor apertura intelectual y mejor disposición al debate respetuoso entre todos los actores. A eso invito al señor ministro y a todos los interesados en enfrentar la crisis real que vivimos en salud.

Saúl Franco
Médico social
Bogotá, 25 de noviembre de 2015.